Translate

miércoles, 27 de agosto de 2014

Ha sido inventada ya la Maquina del Tiempo

A mediados del siglo XX el papa Pío XII prohibió a un equipo internacional de investigadores, coordinados por el padre benedictino Pellegrino Ernetti, que continuaran con el diseño de una máquina capaz de obtener voces e imágenes del pasado. Más de cuatro décadas después fue localizado al jefe de aquel equipo. Sus declaraciones apoyan de alguna forma la evidencia que suponen los diferentes vestigios existentes en todo el mundo -como un cuadro del siglo XVII en el que el artista inmortalizó un moderno satélite de comunicaciones, una computadora astronómica del siglo I o huellas humanas impresas en estratos geológicos de cientos de miles de años- y nos permiten intuir que el Tiempo es una dimensión por la que podemos desplazarnos.





Polémica obra del artista italiano Ventura Salimbeni, donde se observa una esfera que pudiera ser un moderno satétite de comunicaciones.




Una pequeña iglesia italiana enclavada en la próspera ciudad, vinícola de Montalcino, a escasos cuarenta kilómetros de Siena, la iglesia de San Pedro alberga aún hoy una de las más desconcertante pinturas que existen en el mundo. Ningún objeto, pintura o legado documental de los que se han podido examinar en la búsqueda de fenómenos que demuestren la existencia de alteraciones -a veces de siglos- en el continuum espacio-temporal. es tan claro como el lienzo que se conserva en Montalcino. Diseñado originalmente en el año 1600 por el artista sienes Ventura Salimbeni (1567-1613), la tela recoge una escena singular: nueve personales, la mayoría ataviados con trajes eclesiásticos de la época, aparecen en torno a un relicario que contiene una hostia consagrada de la que parten varios deslumbrantes rayos de luz. Sobre estos prelados, y por encima de unas nubes grisáceas que separan en dos mitades el cuadro, se encuentran las imágenes de la Trinidad, flanqueadas por dos querubines. El lienzo no pasaría de ser una de tantas representaciones manieristas de los mundos celeste y terrestre, si no fuera por el insólito objeto que aparece en medio de los tres personales divinos y que acapara el protagonismo de toda la obra.



A primera vista parece un simple objeto azulado que bien podría representar el globo terráqueo. Pero examinado con más detenimiento se aprecia que semejante interpretación es errónea. La existencia de al menos tres líneas longitudinales a lo largo de la curvatura de esta extraña esfera y una banda central a modo de "cinturón", presentan todo el aspecto de junturas de varias piezas de apariencia metálica. No menos sorprendentes son las dos extremidades en forma de antenas asida por las divinas figuras de Dios y Jesús, respectivamente, y que no dejan lugar a dudas -a los ojos, claro está, de un hombre habituado a tecnología contemporánea- de que nos estamos enfrentando a la primera representación artística de un moderno satélite de comunicaciones. Quizá a uno de los primeros modelos puestos en órbita, como el Sputnik soviético o el Vanguard norteamericano.



Roberto Cappelli, profesor de Montalcino que lleva estudiando y terciando polémicas sobre esta tela desde hace muchos años, recuerda con detalle cómo comenzó a interesarse por esta obra:
«Hace ahora más de tres décadas durante la celebración de una ceremonia religiosa en la iglesia de San Pedro, me fijé en el cuadro de Salimbeni y, particularmente, en su parte superior. Me llamó tanto la atención que decidimos subir hasta el objeto que aparece en el centro del cuadro, utilizando una escalera. Se trata de una esfera aparentemente similar a las que se encuentran en otros cuadros de todas las épocas, pero éste presentaba, además, un par de antenas que impiden que se interprete como una imagen del mundo o una figuración de la hostia. Además -acaba precisando- las 'antenas', vistas de cerca, parece que estén enroscadas a la esfera.»

Cappelli habla observado bien. Durante estos largos años ha dedicado muchas horas a la observación de los más ínfimos detalles de la obra. Su convencimiento de que lo que está allí representado no puede ser sino uno de los primeros satélites contemporáneos, deja sin aliento a sus más acérrimos críticos. Uno de ellos, el también profesor Alberto Piazzi sostiene que la esfera de Montalcino es una representación artística de la Tierra y que las dos antenas no son sino cetros divinos estilizados, que dan al observador la impresión de dominio de la Trinidad sobre los designios del planeta.


Mucho se ha especulado sobre qué pudo haber inspirado al autor para llevar a cabo semejante representación. Desde la posibilidad de que tuviera acceso a una "falla temporal" que le permitiera ver un objeto del futuro (y, en cualquier caso, cabría preguntarse por qué vio un satélite y no cualquier otro objeto contemporáneo más común), o que hubiese tenido una premonición concreta sobre este aparato en particular. No obstante, hay un detalle que añadir a estas especulaciones, y que coloca el acento de esta polémica sobre los conocimientos que poseerían de determinados aspectos concretos, incluso de carácter futurista, los papas de Roma. Es decir en 1592 llega Clemente VIII al sillón de Pedro. Este papa, uno de los más cultos del periodo y que, entre otras cosas, puso en marcha la Biblia Clementina (que aún hoy es el texto bíblico oficialmente reconocido), destacó de la mediocridad de sus predecesores al lograr que el futuro rey de Francia Enrique IV renegase de la fe protestante, regresando a las filas del catolicismo. Se presume que debió de tener algún encuentro con Salimbeni, si bien éste pudo haberse limitado a seguir su trayectoria desde lejos. Y es que el artista, probablemente, no representó gratuitamente a Clemente VIII en su misterioso cuadro.
En Noviembre de 1595 este papa, tras su triunfo diplomático con el "affaire" Enrique IV, ordenó rematar -en conmemoración de este hecho histórico- la cúpula de la basílica de San Pedro del Vaticano con un singular objeto. Hipólito Aldobrandini -éste era el verdadero nombre del papa Clemente- ordenó a Sebastián Torrigiani que fundiese una colosal bola de metal, en cuyo interior había cabida para dieciséis personas. Sobre ella colocó una gigantesca cruz metálica, y ordenó que aquel objeto coronase el centro de la cristiandad desde la cúpula diseñada por Miguel Ángel. ¿Se inspiró Salimbeni en este desproporcionado objeto mandado construir por Clemente VIII? Y si fuera así, ¿por qué dotó a su inspiración de detalles que hoy sólo se encuentran en los primeros satélites artificiales?... El misterio permanece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario